La historia del chocolate: beberlo era todo un pecado

Si tu tía la católica hace escándalo por la rosca de reyes Baby Yoda, es momento de contarle un episodio curioso en la historia del chocolate. Pues resulta que beber una taza de tan rica bebida era pecado y su castigo incluía hasta la excomunión. Te cuento más detalles y unos datos curiosos a continuación.

¿Por qué beber chocolate era pecado?

La historia del chocolate como pecado inició en algunos monasterios de Europa. Diversos religiosos afirmaban que beberlo causaba adicción, conducía al placer y rompía la regla de “pobreza”, pues una tablilla de chocolate no era barata.

Para entender mejor lo anterior, viajemos con la mente al siglo XVI. Los conquistadores descubrieron una bebida oscura que los mexicas llamaban xocolatl, la cual estaba reservada para la nobleza y el clero.

El chocolate prehispánico era amargo, pero se le daba sabor con flores, chile o miel. Como este brebaje estaba “chistoso”, los conquistadores la llevaron a la corte española, lugar donde explicaron sus beneficios como energizante, digestivo, alimento calórico e incluso, como vigorizante sexual.

Las propiedades del chocolate llegaron a oídos de algunas órdenes religiosas, quienes poco a poco introdujeron el cacao a sus alacenas. Al agregarle leche, azúcar y canela, encontraron una bebida capaz de ayudarlos para aguantar el ayuno, el estudio y la oración. ¡Dorime, ameno!

Pero, al poco tiempo empezarían los problemas, ya que supuestamente el chocolate incitaba al pecado, tal y como lo es Baby Yoda en la rosca de reyes en pleno 2021.

Si toman chocolate, hay tabla

Por ejemplo, en 1640 la orden de las carmelitas descalzas llegó a un acuerdo para castigar a sus miembros si se atrevían a tomar chocolate. Un sorbo era el inicio de una adicción desmedida que llevaba al placer, al desorden ¡y quién sabe qué otras cosas tan feas!

También se prohibió que las monjas aceptaran tablillas de chocolate como regalo, pues eran muy caras y eso significaba que las reclusas eran avariciosas. Pero como las prohibiciones no fueron seguidas, se estableció la excomunión, algo que no cayó en gracia a varios de sus miembros, quienes molestos se quejaron con la reina Mariana de Austria.

Otras órdenes, como las capuchinas, establecieron castigos densos que incluían los cilicios y los latigazos, ¡auch! Pero bueno, esta “terrible” situación en la historia del chocolate solo ocurrió en España, porque en Nueva España las cosas fueron más relajadas, bueno, más o menos.

¡Estúpida, mi chocolate caliente!

La historia del chocolate en México está llena de intriga y muerte. Si en España las monjas recurrían a la reina, aquí unas cuantas gotas de veneno calmaban la cosa. Así le pasó a un obispo de San Cristobal de las Casas, que en el siglo XVII se hartó de que las señoras ricas fuesen a misa a la catedral con su chocolatito, con todo y postres.

El prelado prohibió que hicieran su brunch en misa, a lo que ellas dijeron “¿ah sí?, pues nos vamos a los conventos porque allá somos las benefactoras”. Entonces el obispo se enojó y envió un aviso de que, si no iban a catedral, ¡quedarían excomulgadas!

No faltó la señora molesta que, al estilo de Catalina Creel, planeó la muerte de este obispo. La táctica: envenenarlo con una taza de chocolate, ¡muajajaja!

Pócimas de amor con chocolate

Si ya estás en modo “fíjate Paty” activado, aquí te van otros datos “pecaminosos” en la historia del chocolate:

  • Resulta que un sacerdote de Yucatán denunció que las mujeres del pueblo usaban el cacao para hacer un “elixir de amor” y embrujar a los maridos.
  • Hay evidencia de que, en 1622, una mujer fue acusada por lavar sus partes “vergonzosas” con chocolate. La chica se justificó afirmando que era para atraer al esposo.
  • En Puebla, una mulata de nombre María Rivera fue denunciada por recomendar moler cacao para hacer una pócima y atraer el amor.
  • En 1689, un sacerdote fue atrapado “en el delicioso” con una mujer a quien confesaba. Al parecer, el chocolate los puso muy locos.  
  • El famoso Juan Palafox de Mendoza tenía un desprecio por el chocolate, no por el sabor, sino porque le robaba reflector cada vez que iba de visita a los diversos lugares del obispado, como Veracruz.

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